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martes, 14 de enero de 2014

¿POR QUÉ ES ILEGAL LA MARIHUANA? (HISTORIA DE LA CRIMINALIZACIÓN DE UNA PLANTA)

robablemente tú eres una de las miles de personas que se preguntan el por qué de la prohibición de la marihuana. Más allá de lo ridículo que resulta, si se mira objetivamente, que los sistemas gubernamentales se hayan autoasignado el poder de prohibir nuestra interacción con una planta, lo cierto es que si nos remitimos a los efectos del cannabis en la salud física y social, la interrogante se vuelve aún más notable.

¿Por qué es ilegal consumir marihuana si múltiples estudios han confirmado que sus efectos son menos dañinos que los del consumo de tabaco para el organismo humano, y que sus consecuencias sociales son notablemente menos negativas que las del consumo de alcohol? ¿Por qué se prohíbe el cultivo de esta planta si está comprobado que puede aportar múltiples beneficios desde un plano medicinal, hasta la manufactura de productos imprescindibles como el papel, la ropa, o incluso proveer de elementos necesarios para la construcción y la gastronomía?

A continuación, repasemos algunos datos históricos que ponen en evidencia el valor que otorgaban las sociedades a esta planta, previo a su prohibición. La mayoría de estos datos, que corresponden a Estados Unidos ya que este país fue el principal promotor de su prohibición a nivel mundial, pueden verificarse a través de fuentes de conocimiento tradicionalmente legitimadas, como la Enciclopedia Británica, la cual por cierto durante 150 años fue impresa en papel de cáñamo:

- Todos los libros de texto escolares, en Estados Unidos, estaban impresos en papel de cáñamo hasta 1830.

- Los primeros mapas, biblias, e incluso la constitución estadounidense fueron impresas con papel de cáñamo.

- En algunos estados del país era obligatorio el cultivo de cannabis en los siglos 16 y 17, debido a los enormes beneficios que esta planta implicaba como materia prima.

- El cáñamo fue fundamental para la navegación durante siglos, ya que el 90% de las cuerdas que se utilizaban en esta práctica eran elaboradas con este material.

- Previo a la introducción del algodón en 1820, el 80% de la ropa y telas en general eran elaboradas a partir de esta planta.

- Los primeros registros de cultivo de cáñamo datan de hace por lo menos cinco mil años en la antigua China.

- La mayoría de las obras de Rembrandt, Van Gogh, Monet, y muchos otros, se pintaron sobre materiales hechos a base de cáñamo.

En 1916 el Departamento de Agricultura de EUA predijo que para 1940 todos los libros serían impresos en cáñamo, lo cual implicaría que no se tendrían que talar más árboles.

Esta confirmado que una hectárea cultivada con cáñamo produce 4 veces más papel que el mismo área plantado con árboles, y que el proceso de extracción requiere de entre 4 y 7 veces menor esfuerzo en maquinaria, lo cual se traduce a su vez en menor contaminación.

Algunas de las pinturas y barnices de mayor calidad eran elaboradas a partir de la semilla de la cannabis hasta 1930.

Henry Ford, fundador de la armadora de coches del mismo nombre, construyó su primero modelo de automóvil utilizando cáñamo como principal materia prima y estaba diseñado para operar con combustible también generado a partir de esta planta.

Criminalización

La criminalización de la marihuana en Estados Unidos tuvo sus primeros antecedentes en 1906, en el Distrito de Columbia, con la primer regulación en torno al cultivo de esta planta. Posteriormente, siguieron Massachusetts (1911), Nueva York (1914) y Maine (1914). Mientras que en 1913 California pasó la primera ley de prohibición de marihuana y Wyoming (1915), Texas (1919), Iowa (1923), Nevada (1923), Oregon (1923), Washington (1923), Arkansas (1923) y Nebraska (1927) le siguieron. Ya en 1932 se creó el Uniform State Narcotic Act para invitar a los gobiernos estatales a que se unieran, sin excepción, a esta campaña nacional por criminalizar o al menos regular el uso de marihuana.

Cuatro años después, en 1936, durante la Convention for the Suppression of the Illicit Traffic in Dangerous Drugs llevada a cabo en Ginebra, Estados Unidos promovió ante el resto del mundo, a través de su Federal Bureau of Narcotics, un tratado de criminalización de cualquier actividad relacionada a la marihuana, la coca, y el opio (incluidas su cultivo, producción, manufacturación y distribución), con excepción de contextos médicos y científicos. El Artículo 2 de esta convención invitaba a todos los firmantes a castigar severamente, en particular con penas que implicaran la privación de la libertad, a toda aquella persona que se involucrara con estas actividades neoilícitas. Sin embargo, muchos países presentes se negaron a suscribir ciertos apartados del tratado, y Estados Unidos, principal promotor de la convención, se negó a firmar alegando la flaqueza del resto de las naciones, sobre todo en asuntos relacionados a la extradición y la confiscación de bienes ligados al tráfico de drogas.

Al analizar la historia se puede percibir como un gesto bastante raro, incluso esquizofrénico, la transformación de posición estadounidense frente a la marihuana. Súbitamente Estados Unidos pasó de vivir un romance idílico con la cannabis, a promover enérgicamente su prohibición, castigo, y cuasi satanización. Sin duda, existe un eslabón perdido que no aparece en la historia oficial y que tiene que ver con la presión de las corporaciones (esas abstractas y todopoderosas entidades que hoy controlan buena parte del planeta y que ya a principios del siglo XX comenzaban a consolidarse como una fuerza aun más influyente que el propio gobierno).

Corporaciones vs. Cannabis

Como podemos ver el cannabis es una planta flexible, multifacética, y con diversas cualidades. A partir de ella se pueden generar desde combustibles y aceites comestibles, hasta ropa y todo tipo de telas, pasando por cuerdas y, por supuesto, papel. Sin embargo, precisamente estas bondades de la planta eran las que más incomodaban a las corporaciones que estaban monetizando frenéticamente mercados como el del abastecimiento de papel industrial, el algodón y los hidrocarburos. Al parecer, en un principio, fueron principalmente dos corporaciones las que se volcaron por completo para promover la prohibición de esta planta: DuPont y la Hearst Company (propiedad de William Randolph Hearst, en quien se inspiró el film de "Citizen Kane").

El banquero Andrew Mellon, quien se convirtió en el tesorero del gobierno del presidente Hoover, era uno de los principales inversionistas de DuPont, actualmente una de las mayores corporaciones del mundo y que en la época de 1920 a 1940 estaba consolidándose en el negocio de los petroquímicos y de los polímeros. Para ambas ramas de mercado, el cannabis resultaba una seria amenaza pues de esta planta podían derivarse tanto fibras naturales que redujeran el consumo de nylon, uno de los productos clave de DuPont en esos años, como de combustible vegetal que amenazaba su apuesta por los hidrocarburos. En este sentido, DuPont tenía claro que una de las premisas de su estrategia de mercado tenía que anular la presencia del cáñamo. Siendo secretario del Tesoro, Mellon influyó para que su sobrino Harry J. Anslinger fuese nombrado en 1930 como el primer comisionado Federal Bureau of Narcotics. Y a pesar de que el cabildeo en contra del cannabis ya llevaba poco más de dos décadas, lo cierto es que cuando Anslinger llegó al FBN comenzó la verdadera guerra.

Por otro lado, la otra industria que se sentía gravemente amenazada por la presencia del cáñamo era la papelera. La Hearst Company controlaba buena parte de la producción de papel, e incluso era el principal proveedor del área de productos de papel de la hoy multinacional Kimberly Clark. Hearst, un despiadado hombre de negocios, no tardó en darse cuenta, al igual que DuPont, de la necesidad de eliminar al cáñamo del mercado, y junto con otros empresarios presionaron al gobierno, a través del FBN para que se criminalizara por completo el cultivo de esta planta. Incluso Hearst, el legendario magnate de los medios impresos, puso a disposición su ejército de diarios para promover una campaña cultural en contra del cannabis, y como parte de esta iniciativa se adoptó por primera vez el nombre de marihuana, una palabra con fonética recordable, breve y precisa, para designar a esta ahora "diabólica" planta (por cierto, un término que hasta entonces era solamente utilizado en el argot popular de México).

Otro actor que desempeñó un papel fundamental en este proceso fue la ya entonces consolidada industria del tabaco. En esa época la cultura americana ya había adoptado integralmente el consumo cotidiano de cigarrillos. Sin embargo, las grandes tabacaleras habían comprobado que el consumo de tabaco entre la población que fumaba cannabis era menor que en aquellos que solo consumían su producto. Por otro lado, los fumadores de esta planta jamás de someterían a un mercado industrial, ya que era relativamente fácil cultivarla caseramente y autoabastecer su consumo personal sin recurrir a una marca industrial. Por el contrario, la siembra de tabaco era mucho más compleja y requería de una extensión de tierra suficiente para cultivarse y no solo de un par de macetas. Tomando en cuenta esto, y ante el poco futuro comercial que se percibía en el rubro del cannabis, las grandes tabacaleras no dudaron en apoyar la cruzada en contra de la marihuana.

Finalmente, no podemos dejar de mencionar a la siempre oscura industria farmacéutica, conocida como el Big Pharma, y que consciente de las propiedades medicinales que la marihuana ofrecía a la población también la percibió como una amenaza contra sus intereses comerciales. Se tienen confirmados múltiples beneficios médicos que contiene la cannabis, entre ellos el combate al glaucoma, la prevención de Alzheimer, y la reducción del dolor del síndrome pre menstrual entre las mujeres, por mencionar solo algunos. Contra todos estos males el Big Pharma ha desarrollado medicamentos sintéticos que en muchos casos han probado ser menos efectivos, o al menos mucho más costosos que tratarlos con marihuana. De hecho, esta misma postura de las farmacéuticas alude a un fenómeno actual con la campaña que busca volver ilegal el uso de plantas medicinales en Europa como sustituto de medicamentos.

Aunque no ha sido comprobado, se dice que Anslinger se reunió con algunos de los más poderosos empresarios del momento, entre ellos obviamente representantes de las tabacaleras, DuPont y el propio W.R. Hearst, para pactar una guerra frontal contra la marihuana, y diseñar una campaña mediática que imprimiera el imaginario colectivo con una nueva idea: la marihuana es una planta nociva para la salud y para la sociedad, y su consumo, cultivo y distribución debe ser tenazmente descalificado, denunciado y perseguido.

A continuación, se instauró una de las mayores cruzadas de manipulación mediática en la historia. Decenas de diarios se empeñaron en desatacar los “horrores” de la marihuana y la población aprendió que esta planta era responsable directa de todo tipo de sucesos negativos, desde asesinatos y accidentes automovilísticos, hasta la pérdida de moral. El cine mainstream también se unió a la campaña con Films como ‘Reefer Madness’ (1936), ‘Marihuana: Assassin of Youth’ (1935) and ‘Marihuana: The Devil’s Weed’ (1936), todas ellas promoviendo la satanización de la marihuana y, aunque lo hacían de una manera que hoy nos parece cómica o altamente caricaturesca, lo cierto es que fue una movida bastante eficiente para generar una percepción profundamente negativa entre la población. Básicamente el discurso giraba en torno a conceptos bastante rudimentarios, pero que para la sociedad de ese momento fueron más que suficientes: “un narcótico violento”, “efectos multi-destructivos”, “un enemigo público”, etc.

Nuestros días

En poco tiempo, la movilización mediática en Estados Unidos en contra del cannabis comenzó a impactar a la población de otros países. Y esto, sumado a la dominante influencia política de este país en el escenario internacional, derivó en que eventualmente la gran mayoría de los países fueron adoptando medidas y discursos similares. Con el tiempo la legislación antimarihuana fue sofisticándose y endureciéndose, hasta nuestros días. Actualmente, si bien es ya prácticamente imposible convencer a una persona con los primitivos argumentos sobre los que originalmente se fundó la campaña de desprestigio contra la ganja, lo cierto es que el marco legal ha sido afinado para obstaculizar la posibilidad de legalizarla y también la propaganda ha sido “refinada,” pero en ningún momento ha cesado (basta recordar las pasadas votaciones en California, donde incluso en contra de todos los pronósticos no se logró legalizar).